Soy una gota de agua en un vierteaguas.
Soy una gota de agua, pero no resido en la inmensidad del océano. Vivo en un vierteaguas.
Me aferro a la porosidad de mi sustento aunque sé que no es eterno. Ese es mi suelo: tribulación y desconsuelo.
Voy en busca de un asidero que me corone como un Ser imperecedero. No quiero vivir en un atolladero que me hostiga todos los días con mirar arriba.
Demudó el cielo raso y claro, ¡ahora está encapotado! Mi mundo bucólico quedó expirado, en breve mi vida será tornado.
No puedo parar la avanzadilla de la tediosa camarilla. Los truenos me advierten la llegada de la emboscada. Debo formar barricadas, me niego a caer en la nada…Me espera una vida aciaga.
No quiero abandonar el vierteaguas, allí quise fundar mi propio reino; un pequeño lago que sólo en sueños logré atisbarlo. Es un bello recuerdo idealizado en un anclaje amado. Vacuos deseos malogrados, vetados en rictus de agrado.
El descenso será inmediato, el cielo relampaguea imperioso por desatar su marea. Esa fuerza condensada cercenará mi dulce morada. ¿Y dónde vagará mi alma varada?
Quisiera que hubiera una balaustrada que me eximiera de una vida frustrada. ¡Sí, eso! ¡Una mágica balaustrada; perlada de polvos de hadas!
Pero yo no puedo fabricarla, sólo soy una gota de agua en un vierteaguas y nadie acude a mis plegarias.
Y en un vano intento de arraigo ¡CAIGO!… Es un sustento insurrecto al sosiego. Me aterra más el vacío que llegar al suelo frío.
Ahora mi vida transmuta. Me hallo inmersa en una siniestra gruta; sin sol ni luna. Avanzo sin cordura, sólo con la hambruna de vivir mi próxima aventura.
Y no me detengo, se apodera de mí un sentimiento contrafóbico con bravura.
¡A lo lejos hay luz! Y detrás de una duna otra gota de agua me saluda.
¡Tanto miedo que tenía de caer al suelo y estoy viviendo en mi idealizado reino!
Marisa Béjar
24/09/2017
domingo, 24 de septiembre de 2017
sábado, 23 de septiembre de 2017
Sándalo
Sándalo en su pecho,
aroma intrincado en deseos ancestros.
Sarcófago moteado
en divinos versos…
Sherezade extinguió el infierno,
él desanuda mi imperio.
Cuentos y cuerpos
como helechos:
suaves, ondeantes
en nexo estrecho.
Verdeantes senderos transitados
en deseo perlados.
Tibios cuerpos trenzados
que demudaron rastrojales
en reverenciales e
hipnóticos parajes.
Él es el pictograma de mi vida pasada.
Marisa Béjar, 12/08/2017.
Alma rimada.
domingo, 17 de septiembre de 2017
Su voz.
Su voz es laúd chapeado
en principesco pasado.
Piqueta dorada,
vitualla en mi alma.
Son renglones
de sinsabores
que libertinos
huyen del Nilo,
en busca de un aforismo:
en busca de un aforismo:
¿Existe el amor que siempre alimente cuerpo y
espíritu?
Cuentan las hadas que su dorsal sobrenadaba en el agua.
Siento sus tibias ondas
meciendo mi cuerpo
en silencio.
Extático placer,
dádiva que arquea mi espalda.
¿Su voz en el aire?
¡No!
Me aguarda tras el cortinaje.
Marisa Béjar, 16/09/2017.
miércoles, 13 de septiembre de 2017
lunes, 11 de septiembre de 2017
El príncipe
Mis deseos son el príncipe de antaño que luchaba en el frente sobre su caballo con espada en mano.
Voy orillando estragos,
asperjando lavanda en el inframundo.
Pero detrás de cada estocada emerge el rostro de la vieja nauseabunda que ironiza mi lucha.
Cada arruga de su atrofiada cara muestra el alma del guerrero invicto que sucumbió a su hazaña.
Su guadaña tiraniza mi esperanza.
Aguarda bajo el aura de la gloria,
mimetizada en ella; cuando sólo es escoria.
Estoy jalonada por sus garras.
Ya no puedo empuñar mi espada,
seré una brizna en su cara surcada de agónicas almas.
¿Sabes tú cómo pararla?
Aún puedo bregar sin armas.
Marisa Béjar 10/09/2017
Mis deseos son el príncipe de antaño que luchaba en el frente sobre su caballo con espada en mano.
Voy orillando estragos,
asperjando lavanda en el inframundo.
Pero detrás de cada estocada emerge el rostro de la vieja nauseabunda que ironiza mi lucha.
Cada arruga de su atrofiada cara muestra el alma del guerrero invicto que sucumbió a su hazaña.
Su guadaña tiraniza mi esperanza.
Aguarda bajo el aura de la gloria,
mimetizada en ella; cuando sólo es escoria.
Estoy jalonada por sus garras.
Ya no puedo empuñar mi espada,
seré una brizna en su cara surcada de agónicas almas.
¿Sabes tú cómo pararla?
Aún puedo bregar sin armas.
Marisa Béjar 10/09/2017
domingo, 10 de septiembre de 2017
Descenso.
Es un descenso ahogadero,
acuña hielo mi pecho:
sedimentos de espectros pendencieros.
Siempre mi piel sin sustento,
siempre oscuro el desfiladero.
Si te llamo, sólo muevo los labios,
tampoco hay heraldo de mi llanto.
Es el reflejo de lo inverso:
de morir ingrávido y cálido,
a ser pesado acero en el cieno.
Son mecenas que pulverizan mis venas.
Consanguíneos de anfibios
desmenuzando mi halo.
Basculo en vano
intentando hallar tu mano.
Y al otro lado descubro un embrionario
sentimiento de bienaventuranza.
¿Eres tú en la distancia?
Marisa Béjar, 9/9/2017.
Es un descenso ahogadero,
acuña hielo mi pecho:
sedimentos de espectros pendencieros.
Siempre mi piel sin sustento,
siempre oscuro el desfiladero.
Si te llamo, sólo muevo los labios,
tampoco hay heraldo de mi llanto.
Es el reflejo de lo inverso:
de morir ingrávido y cálido,
a ser pesado acero en el cieno.
Son mecenas que pulverizan mis venas.
Consanguíneos de anfibios
desmenuzando mi halo.
Basculo en vano
intentando hallar tu mano.
Y al otro lado descubro un embrionario
sentimiento de bienaventuranza.
¿Eres tú en la distancia?
Marisa Béjar, 9/9/2017.
lunes, 4 de septiembre de 2017
El violinista.
El violinista está prisionizado, el Sire repudia su llanto; sólo anhela cánticos y ritmos que ensalcen su imperio.
Es una flagelación a su honor, soñó que sus notas deslumbrarían el fastuoso techo artesonado del palacio. Pero la melodía queda postergada para una instancia amurallada: su alma.
Arrobado por la imagen del Sire, un día olvidó su vida creyendo con osadía que el palacio tributo le rendiría.
Ahora ve aquellos días a través de un celosía; de flores marchitas e imberbes en dicha.
Los cortesanos golpean el suelo con zapatos de pico vociferando con ahínco. Rostros pomposos y tenebrosos bañados de escarnio que desdeñan sus virtuosas manos.
Los prados están segados; eviscerados de frutos amados. Los pájaros emigraron desairados…
El violinista salta del camastro, atrás queda el sudario; ahora en su traje más preciado va enfundado. Susurra al violín en tono almibarado, la madera de arce refulge en la alcoba. El violín cobra vida; vida en raíces infinitas… Juntos tantean en penumbra el palacio, las columnas salomónicas advierten sus trasnochados pasos. Es una acción: ¡subversión!… desamueblada de amparo.
En el bosque suena la melodía, aquella por la que su corazón palpita. Notas que fluyen del arce edulcorado por amor al bien preciado: principios de un “yo” estimado.
Los espectros emergen del letargo.
Las ramas de los árboles zarandean el viento extendiendo ondas musicales a todo el Universo.
Las notas dibujan una cenefa en el oscuro cielo. Se aglutinan puntos luminosos dirigidos por la batuta de los espíritus del bosque. El violinista observa atónito el ingenio de los destellos… La cenefa relampaguea con virulencia y en ella se muestra:
¿Tú escribes lo que realmente quieres, o lo que exige el Sire?
Marisa Béjar 04/09/2017
Suscribirse a:
Entradas (Atom)